martes, 25 de diciembre de 2012

Conmigo*

"Conmigo -conmi(e)go- a cuestas.
Difícil convivencia.
Hostigada, acosada por ese yo
que viene del pasado.

Reactualizaciones de un comportamiento: actos,
gestos, respuestas reiteradas, todo ello formando
conjunto y que me expresa, me
re-presenta

Pero no es cierto, no hay ningún
bajo la re-presentación, no hay expresión de ningún yo. 
Hay gestos, hay repeticiones, hay
pliegues.
Pliegues en la carne,
pliegues en el cuerpo,
pliegues en la risa,
pliegues en la recepción,
pliegues bajo los golpes,
pliegues bajo las caricias.
Pliegues.
Pliegues que no pliegan ningún yo.
Sólo pliegan. A veces se despliegan. Entonces
es cuando dicen "has cambiado". ¿Quién
cambia?
             Tan solo se ha desplegado un pliegue
y el color, como el de las telas
que han quedado expuestas, quietas y
dobladas, a la luz del sol,
es distinto. Más claro, tal vez, más
ingenuo, "más auténtica", te dicen,
el color original.
                             Solo es debido al uso.

                             Los demás
hacen el yo, "me" hacen.
Me hacen con sus ojos.
Me hacen con su juicio,
con su conocimiento. Solo se conoce aquello
que se repite. Conocer a "alguien"
es haber asistido a sus repeticiones,
haberle dado el tiempo necesario
para la confección de un "comportamiento",
haberle dado el tiempo,
haber vestido la nada con el tiempo,
haberla mesurado, haber
medido. Conocer a "alguien"
es haberle tomado las medidas.
Después de ser medido, el alguien es
manejable. Y entonces, como
resultado de aquella medición, se le otroga
la in-vestidura de su yo.
Y tanto es el afán de la nada por ser,
por ser algo, por saberse, que el alguien
llega a creerse y de golpe, adquiere una
"identidad", vestido hueco
sobre la nada, sobre
la energía neutra que toma forma,
hueco que quiere saberse y adopta
la vestidura y la convierte en templo.
La fuerza se torna templo,
lo invisible, visible en la duración. Dura
lo que persiste en la mirada, aquello que permite la
repetición del gesto, el impulso
reiterado.
                 No soy lo que presento, lo que re-
presento. lo que se repite,
no soy el que se yergue ante el otro,
que le teme, le odia, le desea,
le asedia o le rechaza, no soy los
que dicen, no soy nada que
pueda decirse. -¿Quién está hablando?
¿Quién dice "yo no soy"?- Todo lo que
puede decirse se repite.
Yo no soy nada de lo que se repite,
soy bajo todo lo que se repite,
soy debajo, tras aquello, y tras el
bajo y el tras de aquello.
Yo no soy nada del , del , del
yo que me hostiga cuando me lo creo,
cuando me in-visto, me revisto, me
visto de lo que "me" corresponde.
Yo soy la fuerza con sus pliegues,
la fuerza que adopta una manera de plegarse
-"persona", le llamamos-
y que a veces se despliega y
se deja ver ante quien puede, quien
sabe ver dentro de los pliegues.

-Kali se arranca los vestidos. Kali se despoja de los senti-
mientos. Colores que matizan la energía, la multiplican, la
diferencian, sentimientos: enlaces, hilos que forman la red,
relaciones entre nudos: universo. Los sentimientos afianzan
el , lo confirman frente a otro. Despojada de los múlti-
ples colores, solo queda el brillo. La luz informe en la que
nada puede verse porque nada hay que pueda verse: sin
forma, no hay ningún algo, ningún , ningún otro, nada.
Sin sentimientos, la energía es pura neutralidad.

                                 Nadie ve. Nadie sabe,
nadie me ve sin , nadie me sabe sin .
Yo me equivoco si lo digo.
Si digo que no me ven me equivoco.
¿Quién habrán de ver?
Yo soy la que dice yo más allá
del , de las repeticiones, sin
color, sin sentimientos.
Me equivoco si me apena su ceguera,
su ignorancia, me equivoco
si me causa dolor o alegría.
Comprendo entonces lo que aún no soy,
sé lo que no llego a ser,
VEO EL PLIEGUE EN EL QUE ME COBIJO,
DESDE EL QUE HABLO.
Si me despliego, la expansión aún se tiñe
de una cierta tristeza y esto es
lo que me hace comprender que los hilos son fuertes
o, simplemente, mi deseo de que el otro,
los otros entren en la danza,
se desplieguen también y dejen de juzgar
el que tanto me hostiga, que dejen de crearlo,
que dejen de desenvolvérmelo,
de tirarme a la cara el vestido para que me lo ponga
y les sea más fácil relacionarse conmigo, les sea
todo más fácil o así se lo crean.
Que la desnudez no les avergüence,
que no me avergüencen recluyéndome en el mí."

Chantal Maillard, Benarés

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