jueves, 19 de julio de 2012

Sobre el olvido del trabajo de la humildad

Me he dado cuenta de que interpreto en las personas si fardan de conocimiento, si se lo tienen muy creído, o si, mejor dicho, se creen que lo saben todo.
 
Leo en los rostros la escasez de humildad. Y duele, decepciona. Siempre buscamos la perfección e idolatramos a las personas en cuanto las admiramos, y no queremos encontrarles defectos. Creemos que los aceptamos con defectos y virtudes, pero por defectos entendemos malas reacciones, enfados, agresividad, mala leche, errores concretos... cosas extraordinarias, o que se dan en ocasiones más o menos poco habituales, pero no consideramos que estos defectos serán la falta de humildad. ¿Uno ve esa escasez? Yo sí...¿los demás? No creo.

Cuando ves a una persona cariñosa y servicial, no imaginas ni concibes que sea poco humilde, y menos todavía si esta es inteligente y muy buena compañia el 99%del tiempo. ¿Qué hacer? Imagino que, como siempre, es mejor no tener esta capacidad de ver este defecto. Así no haría falta pensar qué hacer al respecto, porque no habría reacción a su acción. Pero, desgraciadamente, yo no puedo evitar verlo, y una vez detectado, todo acto de esa persona es evaluado por mi mente, y el resultado sigue siendo el mismo: sí, escasea de humildad.

Entonces, me resulta difícil compatibilizar los juicios positivos y negativos que tengo hacia la persona en concreto. La aprecio y admiro por lo bello que tiene pero le guardo rencor por las veces que me he sentido afectada personalmente por sus acciones carentes de humildad. Esto hace que no actúe del todo impulsiva y naturalmente al tratarla, sino que me hace plantearme el trato con ella, no seriamente, solo superficialmente, por eso es incluso más incómodo.

Realmente no me parece nada grave, en absoluto, esto es lo que debe ser de verdad conocer los defectos de alguien y quererlo igual. Si me preocupa es únicamente al pensar en la convivencia. Y, aunque sea solo en contadas ocasiones y de forma muy leve, a penas perceptible, la falta de humildad me parece un defecto grave. ¡Y mira que yo también peco de él a menudo! A lo mejor, justamente por esto lo detecto y me fastidia.

Creo que es esencial e intrínseco en el ser humano, y que es una facultad que se debe trabajar día a día. Por eso, cuando yo lo olvido o veo que lo hacen los demás, me parece un error grave, un despiste serio, aunque no por esto creo que tengan maldad, sino que me hace pensar que este sistema, esta sociedad, esta educación, hace olvidar la necesidad de trabajar la humildad.

Entonces, incluso gente que en la teoría es humilde, en casos superfuos, diarios, cotidianos, no lo es. Actuar en este sistema es actuar, en el peor sentido del verbo: interpretar un papel. Al pensar se actúa de forma humilde, en los ideales se ve esta humildad. Pero uno es lo que hace, no lo que piensa ¿no? Por este motivo dejaste a Mario.

Ahora no extrapolo tanto: se es lo que se hace y lo que se piensa, por eso hablo de escasez y no de absoluta falta.

Deberíamos hablar del olvido del trabajo de la humlidad. Nada tan grave. Un defecto, sin duda, amable, también, como todo.

Odio pensar tanto, llego a resultados de operaciones mentales a los que el resto de la gente llega sin pensar, sin proponérselo, o ni llega a pensarlo, simplemente lo hace, lo ama.