*
243
No puedeshacerme daño.
Mi necesidad de ti es lo que me duele. Dejemos las cosas donde deben
estar: el infinito, en su imposible; lo cotidiano, en su repetición. No
queramos que lo maravilloso se repita, se haga estable, definitivo: lo
mataríamos. Lo infinito no es temporal; el tiempo invade lo grandioso y
lo banaliza. Y ¿qué hacer con esta necesidad de que perdure lo que más
nos importa? ¿Qué hacer para no desear que invada nuestra vida y arrase
hasta quedar tan solo eso, por siempre, únicamente eso? Contemplar una
colada tendida en un balcón y decirse que es es lo que queda de un
infinito cuando desciende a los márgenes de lo posible, cuando la
maravilla se convierte en vida ordinaria. ¿Quieres eso, di, eso es lo
que quieres? ¿Quieres hacer de tu vida una vulgar colada?
Pasa,
pues, la página; ocúpate de lo que te importa, esas palabras inútiles
que transmites a otros, con las que vas tejiendo mundos a la medida de
nadie, pero que se venden a buen precio. Hablemos de filosofía. Subamos
del corazón a la función lingüística, que agonice el deseo como un feto
en el vientre. Cuando se pudra y huela, enquistado en las vísceras,
preguntadme qué es esa baba negruzca que saldrá de mi boca cuando os
hable. Yo os diré no importa, es la sangre de un muerto, y a veces habrá
trozos de corazón oscuro, vomitaré latidos de carne, y cuando ya no
quede nada que escupir, dentro de aquel vacío, en su centro habrá un
recuerdo imposible, un no-recuerdo, la huella de algo maravilloso que se
extirpó por necesidad, para no confundir los ámbitos, los tiempos, los
contrarios, una huella, un arañazo, puede que una cicatriz, de esas que
vuelven a doler cada vez que el tiempo empeora.
Chantal Maillard, filosofía en los días críticos
No hay comentarios:
Publicar un comentario