lunes, 20 de mayo de 2013

36

Se me quedó arraigada en lo más profundo la rabiosa necesidad de que no haya nada que nos una, para que no pueda confundirlo con mi desaparición. Si acude cualquier cosa a mi mente que me haga parecida a ti, o al revés, solo puedo sentir rabia, un odio irracional. No puedes ser como yo, no puedes refugiarte en lo mismo en lo que yo me refugio, no puedes ordenar tu caos como lo hago yo, no puedes encontrar la paz usando mis técnicas, no puedes parecerte a mí, no puedo parecerme a ti. Me creé a tu imagen y semejanza, porque apareciste en mi vida cuando yo todavía no era nada. Mentira, sí lo era, era una cascada de pasión. Me apasionaste, y me formé contigo; formé mis esperanzas, mis ideales, mi conducta, formé mis juicios, mis recriminaciones, mi ego. Y todo, todo lo que formé, en un momento precipitado (como mi cascada), dejó de brotar a borbotones de la nada, y se rompieron mis esperanzas, mis ideales, mi conducta, mis juicios... Mis recriminaciones y mi ego todavía clavan sus respectivos clavos en mi corazón cuando trato de mirarte de igual a igual. No puedo soportar nada que haga que nos parezcamos, me recuerda que durante un tiempo yo fui en ti. Me recuerda qué es no ser nada si no es en ti. Y vuelve a inundarme el vacío, el mismo que cuando descubrí que yo no era yo sino tú. No es ni racional ni voluntario, me compadezco de mí... Pero vuelvo a sentirme impotente cuando siento el vacío, como cuando no podía arrancarte la piel y ponérmela yo de vestido, como cuando no podía escudriñar tu mente y engullir tu alma para saciarme, como cuando no entonctraba ni saciedad ni sosiego. Todo lo contrario a mi estado actual, de ahí el dolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario