domingo, 14 de abril de 2013

28

¡Quema! ¡Arde! ¡Se derrite la vida cada segundo que paso sumida en esta eterna impotencia! Arde la existencia cuando el deseo juega sádicamente conmigo... me llora, me salpica, me ridiculiza, la vida. Me teme la libertad cuando te posas como una colorida mariposa en la primera margarita de la primavera. Sale el primer blanco y ya es tarde; ya estás tú. ¿Cómo permitirlo? ¿Cómo pretender no anhelarlo? ¿Cómo desechar el ansia de este cuerpo cuando es su primer alimento? Dulce masoquismo. insuficiente angustia. Desesperación.
Escribiría
una y otra vez
mil formas con la misma esencia,
las dibujaría en tu estómago saciable
para que tú
al menos
te sintieras satisfecho.
Deshojaría los ensueños de mi
               fría y calculadora mente
poco a poco,
uno por uno,
para creeme su análisis por un momento, para confiar en la teoría que extraería de ello, y sentir el alivio de quien deposita en un dogma la fe que le otorga el bienestar. Para no vivir en la incertidumbre. Para no estar navegando entre mares de cirunstancias imprecisas, improbables, constantemente mutables, mutantes.
Escucho el silencio de tus pasos de sol,
y la vida se me antoja libre.
Pero muta, y es solo eso, un capricho de embarazada de carne. No escucharía nada más que el inmundo palpitar los libres pálpitos que te sacian.

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