Siempre vuelvo a la herida, es como el pecado original. La
herida del abandono. Es una condena. He mejorado una barbaridad, y estoy
agradecida por ello. Pero esta herida ahora no me permite ver ni eso. Es el
problema de esta herida, lo abarca todo. Empieza en el corazón, se cuela en la
sangre y en 10 segundos no siento otra cosa que abandono. Tristeza. Soledad.
Escapa a la razón o a las razones. Escapa a las obviedades. Escapa a lo que me
hace feliz, que son muchas cosas. No entiendo cómo puede tener tanta
presencia. ¿Por qué no deja espacio para
nada más, cuando sale?
Pasada la crisis existencial heavy del encierro, conseguí
estar super bien sola, después de haber tomado la decisión de cerrar la puerta
a los hombres, dejarla muy ajustada, y centrarme en mi proyecto creativo. No sé
cómo pasó pero entonces tuvo que llegar Alejandro y abrirla. Y yo feliz. He
sido muy feliz gran parte del tiempo. Estoy extraordinariamente contenta de
poder entrar un poco en su corazón. Es que escribo esto y lloro. No sé por qué
me emociona tanto. No lo sé. Ha sido un deseo mío durante años. Me parece una
persona muy bonita, con mucha sensibilidad, muy creativa e inteligente. No sé,
me encantó la poca intimidad que compartimos cuando éramos más jóvenes. Me
quedé prendada. No sé qué es lo que siento. Mucha conexión. Mucha intención suya
de conectar profundamente. Un sentimiento intenso de compartir intimidad, de
compartir. Que es algo que yo también siento mucho. Creo que claramente eso nos
unió al principio, y nos hizo ir muy deprisa, querer vernos mucho. Era muy
pasional por parte de los dos. Pero llegados a un punto, él se ausentaba más,
ya no quería quedar tanto, yo empecé a pedir más, se incomodó y lo dejamos.
Recuerdo que me dolió mucho. Recuerdo que me dolió que empezara a darme largas
en lugar de decírmelo claro. Pero conseguimos hablarlo todo bien y quedar bien.
Siento mucho amor por él, y mucha atracción. Y me pregunto
cuánto de todo este sentimiento es puro y desinteresado, es mi admiración hacia
él, mi amor por su ser, por su mágica existencia, y cuánto de esto es este
problema comunicativo y de bloquear sus emociones.
Es una obviedad que hasta ahora he tenido una gran tendencia
a ir detrás de hombres ausentes. Carentes de empatía o con dificultades para gestionar
sus emociones y la comunicación. Me atrae que parezcan estar lejos, que tenga
que alcanzarlos. Es un martirio, una fuente de sufrimiento asegurado. Todo se
debe a los hombres de mi infancia, mi padre y Marc. Y lo sé. Pero saberlo no
termina con esto. Nada termina con esto. Es resistente. Parece mentira. Todo
pasa en esta vida, pero esto no termina de pasar nunca.
Yo llego a estar muy bien. Cuando estoy ovulando, cuando
conecto con gente, cuando hago muchas cosas, cuando se alinean los astros. He
llegado a estar muy bien con Alejandro estos días, mejor que nunca con otras
relaciones con hombres. He compartido intimidad muy a gusto, música, tiempo,
ralladas. Y que él se suela ausentar, no me altera demasiado la mayor parte del
tiempo. Pero cuando estoy premenstrual, que sale todo el dolor de mi vida, mis
emociones estancadas, mi sentimiento de
abandono, no puedo. Me siento muy abandonada, y no porque lo haga, porque no lo
hace, está por mí, me mima como sabe, es un amor. Pero no es suficiente para mi
cuando estoy así. Cuando estoy así solo quiero conexión emocional. Quiero que
escuche a mi niña interior y la sienta. La sienta entera. Y le dé cobijo como
no le dieron en su momento. Y todo esto es algo completamente incontrolable. La
Carla adulta se queda en el banquillo, y la Carla de 6 años lleva el control. Y
no acepta que la ignoren, que no la entiendan, que se ausenten y no la
escuchen. Que no la sientan al 100%. Pero pocas personas pueden sentirla al
100%. La mayoría de la gente no empatiza al 100%, no pueden. Cuando la Carla
peque toma el control, no puedo estar con casi nadie, solo con las 4 personas
que conectan conmigo a nivel profundo, que saben escuchar y entienden bien. Que
la sienten, que la cuidan, la distraen y la miman. Alejandro no es una de
ellas. Y, ¿puede ser mi amante si no es así?
Pues me gustaría que así fuera. Pero cuando estoy así valoro más eso que nada.
Profundizar más que nada. Es lo que alivia mi corazón. Profundizar con alguien
que profundice conmigo. Compartir profundidad. ¿Tengo siempre esta necesidad?
No, a veces ni me apetece, estoy más en superficie. Entonces, puedo simplemente
no contar con Alejandro para esto. Hay una resistencia en mí a esa idea. Una voz
que dice como “los amigos están para lo bueno y para lo malo”. Y así es, pero
quizás no todos. Desde luego, no todos. Hay colegas. Hay amigos para ciertas
intimidades, y amigos para otras. Quizás es hora de aceptar que Alejandro, tal
y como son las cosas ahora, no es una amistad para este tipo de intimidad. Lo
es para la otra. Y hay una voz-resistencia que dice “eso es despreciarlo, es
solo tomarlo por una cosa y abandonarlo por lo demás”. Pero realmente yo no lo
abandono para nada, estoy más que segura de que se siente bien cuidado por mi.
Si no, puede decírmelo. La cuestión es que si yo no me siento satisfecha con su
compañía cuando yo estoy mal, puedo elegir no pasar ese tiempo con él. Pasar
otros. Hay otra resistencia: que en mi ideal mental, quiero una relación con la
que compartir todas las intimidades. Y a medida que escribo esto estoy segura
de que no existe. Además, este ideal sería más comprensible esperarlo de una
pareja (que ese es otro problema, que me gustaría tener pareja), pero si no
quiero que sea mi pareja, no puedo esperar satisfacer todas mis necesidades con
él.
Supongo que tengo que hacer un trabajo mental muy grande, y
emocional de cuidar a la niña yo sola. Si estoy desesperada porque la cuide
alguien más conmigo, buscar a quien pueda cuidarla, ir a ver a otrxs amigxs, no
justamente al que eso no me lo puede dar.
La fuente de mi dolor es querer lo que no puedo tener. La
resistencia a aceptar esta verdad y a querer cambiar esta realidad, toda la
fuente de mi angustia. ¿Que me da infinita pena que Alejandro no pueda hacerme
de padre? Por supuesto. Puedo llorar por eso todo lo que quiera. Porque él no
me va a hacer de padre, porque mi padre no lo hizo, por todos los hombres que
no lo han hecho ni lo harán. Mi niña interior necesita llorar todo ese
sentimiento. Hay otra voz-resistencia que me dice “tampoco es plan de que te
condenes a pasar esto sola, parece una condena”, cuando me digo algo en plan “pues
cuando este mal, me encierro y me quedo sola llorándolo todo”. Tengo que
cambiar el enfoque, porque solo le falta a mi niña interior herida que la
castiguen por sentirse así (cosa que hacían). Quiero verlo como un juego.
Cuando la niña tome el control, me recordaré que el espacio que le de a ella es
mágico y sagrado. Es alquimia porque encontraré un hueco, a pesar de ser una
adulta mal-educada por el mundo, encontraré el hueco que no le dieron en el
pasado para sanar. Haré un puente entre
pasado y presente. En este espacio jugaré con mi niña, escucharé lo que necesita,
lloraré lo que siente, y haré lo que le apetezca. Menos ir con Alejandro,
porque es una ficción para esta niña. Una ficción con la que cree escapar del
sufrimiento. Pero no sirve.
No sé si seré capaz de llevar esto a cabo, pero lo voy a
intentar. Separar intimidades así, con la tendencia que tengo a buscar la
comunión… el anhelo de una vida! No me recuerdo viva sin tener este anhelo. Soy
una romántica empedernida. Pero la conexión comunicativa es el mayor éxtasis.
Mayor que el sexual, por mucho que me encante.
Si sigo con Alejandro, tengo que aceptar que esto con él no
va a poder ser. Tengo que saber desde ya que lo que voy a compartir es otra
cosa. Algo más liviano. Y no sé si es lo que quiero, pero lo voy a averiguar
poco a poco.
Voy a compartir menos, voy a compartir un poco. A pasar el
rato. No es feo, es algo más. Se puede pasar el rato con amor y respeto. Es exactamente
lo que el hace conmigo.
¿Es lo que quiero? Me gustaría quererlo. Me distraería.
Haría cosas. Tendría sexo, buen sexo con amor. Eso es lo que puedo esperar, no
más.
Ahora a ver si quiero.