Ninguna distancia duele más
que la que imponen tus heridas.
Solo hay un dulce, dulce mar
donde te adentras acompañado.
Océano sensual que te descubre,
delirio sensitivo que te entrega
al gozo del presente
y a mí.
Sin embargo,
acaba la odisea
y vuelves, miserable
a la cárcel de la culpa;
a mirarte con desprecio
en el espejo
y asentir.
Ninguna distancia duele más
que la que imponen
tus heridas.
Ojos que no ven,
corazón
que perece.
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