La argumentación está sobrevalorada. Estamos obsesionados con que nuestros actos tengan una justificación lógica objetiva, como si eso existiera. Cuando el argumento esté suficientemente trabajado, ya podrán darnos la razón y así podremos dárnosla nosotros, como si esta hiciera lícita cualquier cosa que defendiera, como si la verdad dependiera de la lógica, como si la verdad existiera.
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