Una cosa es entregar tu voluntad y la otra entregarte a voluntad. Digámoselo a nuestro sobrealimentado ego cuando empiece tocar los huevos cada vez que deseamos entregarnos y nada más. Puede hacernos creer que hacerlo es automutilarnos, pero no: solo nos respetaremos haciéndolo, porque es nuestra única voluntad, lo único que tenemos.
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