Qué bello eras, malnacido. Ahora lo eres lejos de mí, por
eso digo que lo eras, porque aquí ya no existes. No te pedía nada, no quería
nada de ti, me bastaba con contemplar tu belleza. Quizás te parezca alucinatorio,
pero uno puede deshacerse de amor por la belleza, yo soy una prueba de ello.
Eran bellos tus gestos hasta que uno de ellos ha sido abandonarme. ¡Qué
exagerada es Carla! ¡Llora por ver algo hermoso! ¡Habla de amor! ¡Se siente
abandonada! Nada de esto significa que me importes más que otro ser vivo, o más
de lo que me importo a mí misma. Simplemente siento y le pongo nombre a las
cosas. Pongo nombres y mantengo conversaciones necesarias sobre cosas que nadie
quiere mencionar, quizás. Por eso me has abandonado; por desaparecer como un
perro cuando solo necesitaba hablar; me has abandonado como amigo. Creía que
éramos amigos, lo parecía. Creo que tú también lo creías. Algo te ha superado,
te has cagado, has decidido que no vale la pena, y me has abandonado. Y yo hoy
veo una foto y siento nostalgia de tu belleza. Yo creo que es una ventaja que
mis sentimientos sean tan grandes y tan vulgares al mismo tiempo; se puede ser
el objeto de mi amor y disfrutar de la belleza de tal pasión sin miedo a ser consumido
desenfrenadamente. Y yo cada día puedo sentir la grandeza de un todo en un efímero
instante. ¿Cómo no creer en la magia? Siento lástima por perder tu belleza y
porque tú y otros como tú os perdáis la grandeza de su contemplación.
sábado, 13 de diciembre de 2014
sábado, 6 de diciembre de 2014
47
¿Hace
falta mencionar lo que nos quedaba por vivir? A ti, cerca pero lejos de mí,
imaginando que no existe otro sol que el que ven tus ojos. A mí, cerca del sol
de tus ojos, imaginando lo lejos que queda de mí. La lluvia se escondía de tus
pupilas; se marchitaba la vida envuelta en el tacto de tus dedos, mientras yo
imaginaba corridos todos los velos que quedaban por existir. Nos mentíamos
cuando pensábamos que algo era como creíamos ver. Nos engañábamos: tú,
sintiendo que la vida se escapaba en mis sonrisas fingidas; yo, sintiendo que
podías amar como creo que es amar. El cielo no se desvanecía esa noche, ni iba
a hacerlo las siguientes; nuestro miedo era capaz de paralizar su desenvoltura.
Agarrábamos las alas de nuestras almas con todo nuestro amor, pensando que el
amor podía agarrar alguna ala de algún algo. Ilusos, creyendo ser vividores,
disfrutamos de saciar nuestra sed cuando la condenábamos al fondo de nuestros
seres, a perecer. La abandonábamos al abismo, creyendo que la saciábamos, y
legítimamente; convencidos. Tiraste las toallas de mi higiene interior, y yo
sacudí las sabanas de tu cuarto íntimo. Destrocé tu intimidad y tú enojaste la lujuria de mi amor. Prendimos las velas de una alcoba vacía, pues no nos atrevimos a
entrar. Calentamos un lecho desde el abismo de nuestro abandono, por sentir su
calidez; por actualizar su recuerdo. Sentimos la vida y el amor pasar, pero no por
nosotros. Quisimos que hubiera luz ahí fuera, pero no en nosotros. Saludamos al
sol desde lejos, conformándonos con su cordura, abandonando la locura a la
muerte, creyéndonos que así no nos alcanzaría; y de este modo nos hallamos
locos, sin esperanza.
viernes, 5 de diciembre de 2014
Podrías haber permanecido cerca de mí,
yo te hubiese amado
de verdad,
que es la única forma.
Te hubiese abrazado hasta quitarte el
miedo,
hasta hacerte notar que no te escapas
por donde das,
que no te evaporas.
Podrías haberme amado,
como a todo, como a nada,
como a nadie tan especial ni tan
amable,
como podrías haberte amado.
Podrías haberte amado,
escuchado, atendido;
podrías haberte ilusionado
con la magia de mi risa,
al reconocer tu misma alegría en ella.
Podrías haber sabido
que el amor no es nada
de lo que puedas huir
porque lo es todo.
Podrías saber que lo sabes,
si supieras saber amarte.
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