lunes, 2 de septiembre de 2013

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Existe en el ser humano la gran necesidad de no sentirse solo, pero en realidad siempre lo está. No hay un solo minuto en el que nos hallemos acompañados, aunque pueda darnos esa impresión, en esos momentos únicamente estamos con nuestros deseos proyectados en los  demás y en el entorno. Te das cuenta cuando los sueños no se cumplen, cuando todo se desmorona. Me empeño en encontrar la mejor compañía y, sin embargo, puede ser la peor cuando busco en ella el apoyo que no soy capaz de darme a mi misma. Y, una vez más, despiertas del sueño y vuelves a ser consciente: "Sólo yo estoy contigo todo el tiempo, sólo yo tengo la capacidad de escucharte, sentirte y comprenderte como lo necesitas, Carla". Sólo tú, Carla, sólo yo. ¿Por qué buscamos el apoyo fuera, una y otra vez? Porque quizás nos parece más real el mundo externo, más tangible, menos complejo. Solemos perdernos en los laberintos de mi mente, yo y mi conciencia, y a menudo vamos separadas. A veces tengo que separarme de ella para acercarme más a los demás. Dudo que a quienes me acerco sean solamente la proyección de mis deseos, son demasiado palpables, vibran en exceso, los comprendo más que a mí. A veces necesito acercarme a ellos para que encuentren el apoyo que podría estar dándome a mí misma, porque veo claramente que, como yo, ellos tampoco pueden servirse de apoyo. Puede que la perfección de ir siempre de la mano de tu conciencia sea intrínseco en el espíritu, pero que mientras sigamos en un cuerpo y en una mente, en este mundo, al fin y al cabo, sea inevitable que nos perdamos, que queramos perdernos como niños por las sendas de un bosque que se nos antoja mágico. Dudo que tenga que deshacerme de esta necesidad de estar para los demás, aunque sí anhelaría no desear que sea correspondido. Quizás sea demasiado exigente, conmigo y con los demás, pero hoy, yo y mi conciencia nos hemos puesto de acuerdo: no creemos que esperar apoyo y comprensión de los demás sea una condición de un amor que debería ser incondicional. Mi amor es incondicional, nadie debe cumplir ninguna condición para que lo ame, pero mi persona necesita determinadas atenciones, necesita una consideración. Todos mientras estemos vivos necesitamos un apoyo externo, algún trozo del terreno en el que podamos pisar firme. Supongo que el primer paso es aceptar esta fragilidad. Ser frágil duele, pero fingir una fortaleza que no se tiene hace más daño aún, el problema es que uno no se da cuenta porque ya está dolorido. Supongo que el segundo paso es proteger tu fragilidad tu mismo, expresarla sin tapujos, que tus seres queridos observen y vean que eso es tu punto débil, que ahí es donde reside tu dolor. Si para ellos el amor es lo mismo que para ti, estarán de acuerdo con su conciencia en que ese es momento para allanar el terreno para poder recibir primero tu tanteo dudoso y luego tu paso firme. La cuestión es: ¿tus  seres queridos podrán ser tu apoyo? ¿tendrán esa capacidad? Forma parte del camino vital aprender a amar. Unos nacerán con ello, otros lo adquirirán... Lo que es seguro es que mostrar tu fragilidad les ayudará a darse cuenta. No los sobreprotejas, no intentes que no se lleven el chasco de saber que algo te ha dolido, muéstrales tu mayor dolor y hallarán el mejor camino para el amor.

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