martes, 23 de julio de 2013

Sobre los textos sapienciales

Encontramos en la cultura moderna una grave pretensión a la universalidad. Existe en el hombre un instinto de universalizar sus convicciones, pero esto es fruto del pensamiento analítico de occidente. Lo universal no es la suma de lo particular ni la extrapolación formal del concepto. Según la filosofía oriental, lo universal se consigue mediante la profundización de una experiencia singular que permite ponernos en contacto con toda la realidad en la singularidad de una vivencia concreta; por lo tanto, lo universal se consigue por la experiencia profunda de lo concreto que únicamente es alcanzable mediante el amor, que surge de la ruptura de la dicotomía entre sujeto y objeto.
Toda sabiduría es universal cuando se la vive en su concreción profunda, y es particular en cuanto a su lenguaje e interpretación. Quienes tienen esta experiencia profunda no perciben incompatibilidad de creencias, descubren que debajo de las respectivas vestimentas late el cuerpo mismo de la realidad.
La sabiduría tiene una función salvífica que solo se puede realizar mientras la experiencia de la realidad no se haya escindido, en praxis por una parte y en teoría por la otra, del camino existencial del hombre hacia su plenitud.
El pensamiento oriental es polisémico e irreductible a un solo concepto, reducirlo a una unidad lo condena a ser formal y, por lo tanto, abstracto. Este solo permite hacer con él operaciones de deducción, de introducción y de estadística. Extrapolar leyes del pensar lógico ya es cometer un error lógico.
En occidente por pensamiento se entiende la facultad de utilizar un instrumento (la razón) que permite predecir y controlar.
Muchas religiones sostienen que la sabiduría está en nuestro interior e incitan a conservar el sosiego interno, ya que es más importante que todo aquello que nos lo hace perder.
Pero no podemos confundir interioridad con intimismo individualista, nos hallamos ante una necesidad de reconciliación e integración del interior y el exterior. La verdadera realidad es interior; los valores auténticos son invisibles a la mente si no va acompañada del espíritu (la fe), la cultura real es el cultivo del alma. Lo que vale no se ve, lo que nos convence y moviliza es la esperanza en lo invisible.
Además, lo que se considera un conocimiento real es lo que cuenta, y lo que cuenta es lo que los hombres valoran, y lo que estos no valoran no sirve, a no ser que sea impuesto, y entonces no es una esperanza.
Lo que cabe destacar es que la objetividad no agota lo real, tampoco la subjetividad. Interioridad y exterioridad no se contradicen: se condicionan. Esta interioridad que refleja el exterior lo condiciona en virtud de una armonía cósmica potente y frágil (karma). La intuición advaita (o a-dualista) no parte, corta la realidad, ya que un polo no sería polo sin el otro. Un conocimiento sin amor no entiende esto; le hace falta reducir las cosas a una unidad para hacerla inteligible. Un amor sin conocimiento tampoco acepta. El amor tiende a la unión, sin conseguirla nunca, pues entonces desaparecería la tensión necesaria para el amor. Solo el conocimiento amoroso o el amor cognitivo, advaita, descubre la armonía. Hace falta esta intuición amorosa.
Occidente ha descubierto el concepto como resultado de la operación mental de la abstracción, hasta tal punto que se representa la filosofía como un álgebra conceptual sobre los últimos problemas. Así, los conceptos tienen una pretensión de objetividad en cuanto son válidos para todo sujeto una vez aceptadas las premisas en las que se basan. Todo concepto posee una inteligibilidad objetiva.

Oriente, en cambio, se basa ante todo en el reconocimiento simbólico. El símbolo lo es solo para aquellos que lo reconocen como tal, solo es tal cuando se simboliza y se simboliza cuando se descubre lo simbolizado en él. El conocimiento simbólico no puede confundirse con el conceptual, de ahí la importancia de la metáfora. La fe se expresa en símbolos, no en conceptos. El pensar metafórico es una clave para entender una buena parte de los textos sapienciales de todas las religiones, ya que, aunque es el menos exacto (y por este motivo), es el que más se acerca a la realidad.

Resumen y adaptación de la presentación de Raimon Penikkar a los Yoga Sutras de Patañjali

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