viernes, 27 de septiembre de 2013

44

Supongo que la única explicación es que todavía te guardo rencor, que todavía gravas en mi cuerpo astral, cercano a mi alma. Cualquier contacto contigo, a menudo incluso pensarte, crea una vibración que no consigo apaciguar, engulle mis fuerzas. Se dispara y ya está: mi mente se dualiza mucho más de lo habitual y en mi cabeza martillean mil preguntas, mil respuestas, que pretenden ser más logicas que nada. En todo caso, tú produces en mí un rechazo. Tú, tu imagen de ti en mí, tú como objeto. Entro en conflicto porque percivo tu subjetividad, miro el mundo desde tus ojos y puedo sentir como sientes, pero al mismo tiempo, justamente por conocer o sentir que conozco tu interior, te juzgo como objeto, te condeno. Te condeno irremediablemente. No te puedo perdonar, por mucho que quiera mi mente. Te quiero, te quiero, pero ahí está el rechazo. No puedo interpretar con humildad e inocencia ni una sola palabra tuya, ni una sola. Me hago fría lógica, pasión terrenal empeñada en invalidarte. Y no puedo controlarlo si no me aparto. Desconfío de ti, te desprecio. No puedo entender que no pienses en cómo se sienten los demás, aunque haya miles de personas que actúan así. No puedo entender que no pueda entender eso. Supongo que odio que nunca hayas podido estar en mi interior como yo lo he estado en el tuyo. Quizas sea la falta de esta unión lo que ha hecho que yo haya tenido tan poca importancia en tu vida. Sí, yo me impregné en tu ser y tú no. Eso debe ser, definitivamente, lo que no puedo soportar: esta distancia inmunda.

domingo, 15 de septiembre de 2013

43

Te hablo desde el corazón:

No creo que deba seguir en este orden, y tampoco creo que pueda. Ya que tampoco puedo hacer nada más, es posible que haya llegado la hora de la retirada. No veo equitativo todo esto. En parte quiero aceptarlo, ceder, y mantenerte, pero me duele. "Me asusta estar tan bien solo". ¿Solo? ¿En serio? Me siento despreciada. Puede que al querer protegerte intentes engañarte quitando peso al papel que desempeño (yo y más gente) en tu vida. "Yo soy un caparazón insensible, anti-amor, y estoy mejor que nadie solo". Solo, ¿a pesar de tener toda mi atención, mi apoyo, mi comprensión, el 100% de mi compañía cada vez que puedes? Solo, ¿a pesar de tener a Alía, sexo y compañía sin reproches, sin quejas, sin exigencias, sin responsabilidades de pareja? Te atreves a creer que estás solo, ¿con unos padres que te cuidan y te dan todo lo que necesitas sin cortarte ni una vez las alas, sin pedirte nada a cambio, sin pedirte explicaciones? Puede que al tener todas las necesidades -de amor, afecto, compañía, sexo, comida, cariño, apoyo...- satisfechas creas que tú esas necesidades no las tienes, pero te engañas. Las tienes, todos las tenemos; el ser humando se alimenta de estas cosas, y es por eso que nos las ofrecemos los unos a los otros. Todos los que estamos contigo, Fran, nos sentimos excluidos de tu consideración. Si te lo hecháramos en cara nos excluirías también de tu vida, por eso no te decimos nada. Por eso y porque no creemos que tengamos que exigirte nada, creemos que debería salir de ti, y como no sale pues lo que decía al principio: intentamos aceptarlo, ceder y mantenerte. Pero una se cansa, a una le puede el dolor. No quiero seguir siendo tu juego seguro, Fran. No quiero formar parte de este mundo tuyo de insensibilidad -aunque conmigo seas más sensible-, disociado de los que te queremos, mientras sigues creyendo que estás solo. No quiero estar presente en tu vida como estoy ahora si en tu percepción eso es estar solo. No quiero participar en tu juego, un juego inconsciente, pero un juego a pesar de todo, en el que tu ganas y yo pierdo. Tienes todo lo que quieres y yo no. Esto no es equitativo. Esto que lees es mi dolor profundo, no es ningún reproche, no es una exigencia, no es nada. Soy yo, aquí, irradiando mi pesar. Suelo quitarle peso yo misma, con tal de mantenerte, por eso tú a menudo ni eres consciente. Tú estás en tu mundo, allí: ni sabes lo que tienes en casa ni el altruismo que se gasta en ella para ti. Vas y vienes, pintas, juegas, fumas, te distraes de diversas maneras... Ves a Alía sin saber que lo último en lo que piensa es el sexo en sí cuando te busca. Me ves a mí cada x meses, compartes casi todo tu tiempo conmigo, intentas cuidarme, intentas ser consciente de lo que me pasa y lo que no, intentas tenerme en consideración más de lo que lo haces con nadie... Yo soy consciente, con ello me fascino y alimenta mi paciencia y mi esperanza respecto a ti, imagino que es signo inequívoco de que me quieres más que a nadie... Pero, sin embargo, dudo que estés enamorado de mí. Al menos ambos sabemos que predispuesto al enamoramiento no lo estás, y así seguro que no podrás amarme... Aquí yace la iniquidad. La raíz es injusta. Gracias por tu interés y tu esfuerzo, te lo agradezco de corazón, pero no quiero que cuidarme sea para ti un esfuerzo, lo que realmente querría es que anhelaras cuidarme y compartir tu vida conmigo tanto como lo anhelo yo.

lunes, 2 de septiembre de 2013

42

Existe en el ser humano la gran necesidad de no sentirse solo, pero en realidad siempre lo está. No hay un solo minuto en el que nos hallemos acompañados, aunque pueda darnos esa impresión, en esos momentos únicamente estamos con nuestros deseos proyectados en los  demás y en el entorno. Te das cuenta cuando los sueños no se cumplen, cuando todo se desmorona. Me empeño en encontrar la mejor compañía y, sin embargo, puede ser la peor cuando busco en ella el apoyo que no soy capaz de darme a mi misma. Y, una vez más, despiertas del sueño y vuelves a ser consciente: "Sólo yo estoy contigo todo el tiempo, sólo yo tengo la capacidad de escucharte, sentirte y comprenderte como lo necesitas, Carla". Sólo tú, Carla, sólo yo. ¿Por qué buscamos el apoyo fuera, una y otra vez? Porque quizás nos parece más real el mundo externo, más tangible, menos complejo. Solemos perdernos en los laberintos de mi mente, yo y mi conciencia, y a menudo vamos separadas. A veces tengo que separarme de ella para acercarme más a los demás. Dudo que a quienes me acerco sean solamente la proyección de mis deseos, son demasiado palpables, vibran en exceso, los comprendo más que a mí. A veces necesito acercarme a ellos para que encuentren el apoyo que podría estar dándome a mí misma, porque veo claramente que, como yo, ellos tampoco pueden servirse de apoyo. Puede que la perfección de ir siempre de la mano de tu conciencia sea intrínseco en el espíritu, pero que mientras sigamos en un cuerpo y en una mente, en este mundo, al fin y al cabo, sea inevitable que nos perdamos, que queramos perdernos como niños por las sendas de un bosque que se nos antoja mágico. Dudo que tenga que deshacerme de esta necesidad de estar para los demás, aunque sí anhelaría no desear que sea correspondido. Quizás sea demasiado exigente, conmigo y con los demás, pero hoy, yo y mi conciencia nos hemos puesto de acuerdo: no creemos que esperar apoyo y comprensión de los demás sea una condición de un amor que debería ser incondicional. Mi amor es incondicional, nadie debe cumplir ninguna condición para que lo ame, pero mi persona necesita determinadas atenciones, necesita una consideración. Todos mientras estemos vivos necesitamos un apoyo externo, algún trozo del terreno en el que podamos pisar firme. Supongo que el primer paso es aceptar esta fragilidad. Ser frágil duele, pero fingir una fortaleza que no se tiene hace más daño aún, el problema es que uno no se da cuenta porque ya está dolorido. Supongo que el segundo paso es proteger tu fragilidad tu mismo, expresarla sin tapujos, que tus seres queridos observen y vean que eso es tu punto débil, que ahí es donde reside tu dolor. Si para ellos el amor es lo mismo que para ti, estarán de acuerdo con su conciencia en que ese es momento para allanar el terreno para poder recibir primero tu tanteo dudoso y luego tu paso firme. La cuestión es: ¿tus  seres queridos podrán ser tu apoyo? ¿tendrán esa capacidad? Forma parte del camino vital aprender a amar. Unos nacerán con ello, otros lo adquirirán... Lo que es seguro es que mostrar tu fragilidad les ayudará a darse cuenta. No los sobreprotejas, no intentes que no se lleven el chasco de saber que algo te ha dolido, muéstrales tu mayor dolor y hallarán el mejor camino para el amor.

41

Esta vez no duele el deseo insatisfecho, duele la posibilidad de que no exista la posibilidad de un futuro en el que estemos juntos. No deseo que permanezcas atado a mi lado, deseo verte volar, pero concibo con demasiado gusto y nitidez un futuro a tu lado, visión que al desaparecer cual posibilidad que al final no se cumple, deja una agujero negro tras de sí que tiñe de gris monotonía los árboles, los ríos que invaden el mundo, y poco a poco absorbe toda la realidad, esa que al parecer debería existir sin ti a mi lado. No, contigo pocas veces duele el deseo insatisfecho, contigo alcanzo la pureza del amor.